Toda la verdad sobre las mentiras

(Opinión personal) Nunca los 80 estuvieron tan de moda como lo están ahora, ni si quiera en los 80. Nunca pensamos que nuestra época pueril, esa que disfrutamos de horas en la calle, de juegos con amigos y vecinos, de aventuras en descampados, de heridas y costras por doquier, y en definitiva, la del Un, dos, tres, la mercomina, el Exin Castillo y su aliado bote de detergente, de la televisión de dos canales, de la cuerda, del bote, de las canicas, del walkman, de las cintas de cassette, de los Juegos Reunidos Jeyper, de la bicicross bh... (y no sigo porque podría estar enumerando recuerdos y no parar), fuera la época por excelencia de los que hoy rondamos la cuarentena. Y es que enloquecemos cuando alguien nombra cualquiera de nuestros recuerdos que guardamos muy dentro como si fueran única y exclusivamente nuestros, y sin embargo, no lo son. Son de todos nosotros, de todos los que cuando echamos la vista atrás compartimos nostalgia y una cierta morriña.

Y aunque no siempre viajar al pasado traiga buenos recuerdos, sí que remueve y mucho. En su vida adulta, Ángel podrá olvidar muchas cosas, entre ellas su aniversario, sin embargo nunca podrá olvidar una infancia cargada de recuerdos, buenos y malos. Y es entonces cuando viaja a su pasado, concretamente a sus once o doce años. Todo comienza con la llegada de la televisión a color. Aquella que con solo rozar los botones cambiaba de canal, que era más grande que cualquiera hasta el momento, y que por tanto, era la envidia de todo el vecindario. Con éste gran acontecimiento tan fuera de lo común en casa de Ángel, comienzan los recuerdos y a su vez, una entrañable historia cargada de altibajos. Y es que no es oro todo lo que reluce y los problemas que cada uno tiene de puertas hacia dentro son de uno mismo. Y es que Ángel, a su corta edad y con desbordante fantasía, será el narrador de una sensible historia que no te deberías perder.

Toda la verdad sobre las mentiras es una tierna y sencilla novela que con personajes muy bien definidos nos devolverá recuerdos que teníamos casi olvidados, aunque yo reconozco que todos y cada uno de las alusiones que José Antonio Palomares rememora, las recuerdo.

Una bonita manera de viajar al pasado para devolvernos a un tecnológico presente tan distinto y distante de aquella época. Aquellos maravillosos años...

Y esta es mi recomendación de hoy
Bsss y feliz semana...

SINOPSIS:

No me preguntes por los afluentes más importantes de la Península, ni por las ecuaciones de segundo grado, ni por las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. En cambio, recuerdo el intenso sabor del ColaJet de limón, la rugosidad de las costras en mis rodillas, la barriga de John Wayne en los westerns de Primera Sesión, la ansiedad por conseguir chapas que no estuvieran dobladas o la alegría de ver a Santillana marcar un gol. Recuerdo la manera exacta en que el aliento de mi padre olía a Soberano; y la frase favorita de mi madre: "¿Te crees que soy el bancospaña?". Recuerdo que la felicidad era el primer mordisco del dónut en el recreo de las once. Quizá recuerdo todas esas cosas porque están entrelazadas con el momento en el que descubrí por fin toda la verdad sobre las mentiras de mi familia. Yo debía de tener once años, o quizá diez, o quizá doce, el día en que papá vendó teatralmente los ojos de mamá con un paño de cocina y la condujo a ciegas al salón...